Wiki José Salazar Cárdenas
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El Cristo del Tepeguaje[]

Archivo:El Cristo del Tepeguaje.jpg

En la segunda mitad del siglo XIX tuvo lugar el nacimiento de una bella leyenda que se convirtió en tradición, en los Ortices, municipio de Colima. Cuentan los relatos populares que un día, cuando caminaban a caballo por el camino que conducía de los Ortices a Acatitán, cada uno en su bestia, una mujer y su hijo ya adulto, al pasar bajo un árbol, el jinete sintió que algo le rozaba el som-brero, lo que ocasionó que éste cayera al piso. Se apeó a recogerlo y le comentó a su madre que se-guramente alguna rama lo había despojado de esa prenda. Al montar nuevamente en el caballo, volvió a pa-sar lo mismo. Al descender de la bestia y tomar del piso el sombrero, dirigió la vista hacia arriba en busca de la rama que él suponía, se lo había derribado, pero advirtió que no había ninguna rama baja, viendo en cambio que en el lugar más alto del árbol, que era un tepeguaje, las ramas figuraban claramente un Cristo crucificado, es-tando la cabellera formada por un cúmulo de pe-queñas raíces de una planta parásita.

Sorprendidos del hecho, regresaron a Los Ortices y él relató lo que había pasado y lo que vio. Al conversar con las personas que lo oyeron, deci-dieron acompañarlo varios vaqueros de la hacien-da, llevando un hacha y machetes. Una vez en el lugar, opinaron cortar con mucho cuidado la figura, tratando de cuidar la integri-dad de lo que a ellos les parecía la imagen de Cris-to. Así lo hicieron y lo trasladaron a Los Ortices, llevándolo a la casa del hombre que lo había visto por primera vez, quien construyó con ayuda de los vecinos, una casa de zacate, colocando en el centro del interior de la choza, la rústica figura de Cristo y la cercaron con un barandal de made-

ra. 

Se corrió la voz de lo sucedido y empezaron a acu-dir los vecinos de la ranchería a admirar lo que consideraron un milagro. Pronto se conoció la noticia en otras localidades cercanas y sus habitantes vinieron a presenciar el suceso. La tosca imagen se vio rodeada de ador-nos de papel de china y multitud de veladoras que los fieles encendían. Esa imagen fue llamada El Santo Cristo del Tepeguaje. Se comenzaron a conocer los milagros que se le atribuían, entre los sencillos moradores de la co-marca. Se inició entonces una costumbre: al co-

menzar el temporal de lluvias, era pedida la ima-gen a su dueño para llevarla en procesión por el campo, en medio de cantos y alabanzas y lanzan-do en su recorrido, cohetes. Los que acompaña-ban a la imagen, elevaban sus oraciones al cielo en ruego de que hubiera un temporal abundante en lluvias. 

Igualmente, si se presentaba alguna sequía pro-longada, cuando las hojas de las milpas se plega-ban atormentadas por el ardor de la falta de agua, y amenazaban extinguirse bajo el sol que tajaba su precaria vida, los afligidos labradores lleva-ban en procesión por sus siembras la imagen del Cristo, en medio de alabanzas y ruegos que en muchas ocasiones eran oídos, premiando con mi-lagros la fe de los creyentes, presentándose la llu-via bienhechora, salvando su labor. Los campos se alegraban, se oían los trinos de las aves y se perfumaba el viento que acariciaba las semente-ras. El milagro se había hecho y así lo afirmaba la fe de los campesinos. Las bondades de sus favores fueron conocidas en Los Asmoles, Turla, Tamala, Jiliotupa e lxtlahuacán. 

La devoción por esta imagen siguió creciendo y fue abarcando lugares más distantes de su resi-dencia. 

Pasó el tiempo y llegó el momento en que fallecie-ron primero, el señor dueño de la imagen y des- pués su esposa. El rústico Cristo quedó a cargo de una de las hijas del matrimonio, pasando a su poder. Ella se volvió disoluta y libertina. Su mala conducta permitía la embriaguez y la música en-tre los visitantes del crucificado. Las autoridades eclesiásticas de Colima tuvieron conocimiento de la situación y decidieron reco-ger el Cristo, que fue llevado al templo de La Mer-ced de Colima. Esto sucedió en los tiempos post revolucionarios. Los creyentes de la zona rural le seguían demos-trando su devoción y acudían a venerarlo, en múltiples pruebas de fervor. La imagen era prestada para ser llevada en pro-cesión a los ranchos. En tiempos de la guerra cristera, unos habitan-tes de Tamala fueron al templo de La Merced a solicitar en préstamo la imagen del Santo Cristo del Tepeguaje. Se dirigieron con el Sr. Pbro. Ma-nuel Ahumada Sánchez y se las prestó. En otra ocasión que volvieron a ir a Colima a ha-cer la misma solicitud, se les informó que el pa-dre Ahumada había fallecido y que el Cristo lo tenían en calidad de préstamo en Piscila. El Sr. Sacerdote encargado del templo de La Merced les ofreció, prestada, la imagen de otro Cristo Cruci-ficado que allí se encontraba, como de un metro de altura, finamente labrado en madera y les dijo: 

pueden llevarse esta imagen que es muy venera-da, es un Cristo Mercedario. Los habitantes de Tamala lo aceptaron y lo llevaron a su pequeño templo. Con el tiempo, les fue obsequiado por las autori-dades eclesiásticas y es el mismo que se venera en la actualidad en la nueva Iglesia de Tamala. Estando la imagen del Santo Cristo del Tepeguaje en el templo de la Merced de Colima, durante los terremotos de los días 3 y 18 de junio de 1932, en los que el Santo Recinto sufrió muy severos da-ños, El Cristo del Tepeguaje quedó semidestruido. Con posterioridad a su virtual destrucción, se pro-paló la noticia de que el Cristo del Tepeguaje se aparecía en el camino que lleva de los Ortices a Acatitán. 

Después de la desaparición del Cristo, el árbol donde fue cortada la imagen, fue convertido en astillas por los habitantes de la región, que fue-ron cuidadosamente guardadas como reliquia. Cuando fue consumido todo el árbol, los creyen-tes excavaron en ese sitio para buscar sus raíces que también conservaron como reliquias, quedan-do en el lugar un socavón.

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