Wiki José Salazar Cárdenas
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La imagen de la Virgen de la Candelaria que actualmente se venera en el templo de Santo Santiago de Tecomán, en la Diócesis de Colima, se considera que fue traída por los misioneros españoles que llegaron con los conquistadores a posesionarse del pueblo indígena de Caxitlán, que era la capital del antiguo señorío de Colimán, una vez que derrotaron a sus valientes guerreros encabezados por el último tlatoani de Colimán. Es opinión unánime que fue esculpida en España. Al establecerse los conquistadores en Caxitlán y al afianzar la fe del catolicismo, la imagen de la Virgen fue venerada como la patrona de Caxitlán. Sin embargo, después de la conquista, se pierde mucho rastro histórico de la vida de San Francisco Caxitlán, que así fue nombrada por los conquistadores y es hasta 1763 cuando se tienen más claras noticias de esa población situada en las cercanías de lo que hoy es el poblado de Caleras. Al cambiar los españoles la capital del reino conquistado que fue la primera Villa de Colima a la población de Tuspa, hoy Colima, quedaron en la antigua sede muchos españoles que ya habían encauzado negocios, y para fines del siglo XVIII era un pueblo en el que se había desarrollado el mestizaje, perviviendo un alto porcentaje de indígenas. La fiesta de la Virgen de la Candelaria en Caxitlán seguía siendo, sin embargo, auspiciada por los españoles.

Fue en los últimos años del siglo XVIII cuando principió la decadencia de Caxitlán.

En 1800 hubo un gran incendio que destruyó el templo y en 1820 el poblado fue asaltado y quemado por los insurgentes, acabando con lo que quedaba.

Al sobrevenir, en 1800, la virtual desaparición de Caxitlán, después de la destrucción del templo por el incendio, se cambió la cabecera parroquial, pasando de San Francisco de Caxitlán al templo de Santiago de Tecomán, poblado que vio incrementada su población en virtud de la emigración que se suscitó en la antigua cabecera y que favoreció tanto a Valenzuela como a Tecomán, donde era patrono Santo Santiago, en cuyo honor se llevaban a cabo fiestas anuales que tenían como característica ser festejos de indios.


Valenzuela surgió como pueblo importante alrededor de 1778. Cuando muchos pobladores de Caxitlán la habían abandonado, llegó Valenzuela a su más alto desarrollo cincuenta años después, hasta desaparecer en 1880.

Durante el esplendor de Valenzuela, el máximo festejo era la Asunción de la Virgen María el día 15 de agosto. Se realizaba un novenario que culminaba con honores a la Virgen de la Candelaria. La escultura era llevada desde Tecomán, distante una legua, en procesión, el día en que se iniciaba el novenario y volvía a ser trasladada a Tecomán al terminar los festejos.

Este festejo era una demostración de regocijo y gran jolgorio por parte de sus habitantes y la celebración se desarrollaba en continuo derroche de música, danzas y cohetes.

Debido a que Valenzuela llegó a tener una gran potencia económica, las acaudaladas señoras de la población ponían un toque de señorial piedad y exhibían su bonancible situación engalanando totalmente los costados del camino con mantillas, tápalos y mantones de seda bordada y de variadas y exóticas telas, al paso de la Virgen de la Candelaria.

Al presentarse la decadencia de Valenzuela, alrededor de 1880, sus habitantes emigraron a San Angel y Tecomán.

Algunas leyendas populares aseguran que la imagen de la Virgen también permaneció en Salsipuedes, lo que después fue Santa Rosa, sin que se haya podido demostrar históricamente este hecho.

Otra tradición popular señala que después de desaparecer Caxitlán, el culto de la Virgen de la Candelaria pasó a Valenzuela y que de allí se traía a Tecomán para hacerle el novenario y festejos del mes de febrero, pero las investigaciones llevadas a cabo en el archivo parroquial por el Sr. Pbro. Lic. Roberto Urzúa Orozco, párroco de Tecomán durante 16 años, hacen ver que el culto pasó de Caxitlán a Tecomán y de este lugar era llevada a Valenzuela.

Después de la desaparición de Valenzuela, todos los actos de culto a la imagen de la Virgen de la Candelaria, se desarrollaban en el templo de Santo Santiago, hasta hoy sede de la sagrada escultura que es venerada en forma permanente y en honor de la cual se efectúan festejos anuales durante el novenario que culmina el día 2 de febrero.

En Tecomán existe la tradición, desde 1876, de sacar la imagen de la Virgen en procesión, en andas, el día 2 de febrero por la tarde, formando parte de un desfile de carros alegóricos.

Aproximadamente hasta 1925, se hicieron las andas en el exterior del curato. A las 5 de la tarde era sacada la imagen del templo y llevada en su peana hasta las andas y de allí partía el recorrido que se hacía por la calle 2 de Abril, doblando al norte por la calle Constitución, seguía por la calle Ocampo, para doblar en la esquina de la calle 18 de Julio, hacia el sur, hasta llegar al frente del templo de Santo Santiago.

Como el recorrido era corto y las calles de arena, muchos de los fieles que participaban en la peregrinación lo hacían de rodillas y portando una vela encendida.

Desde principios de siglo fue Don Aniceto Cabrera quien mantuvo esa tradición, siendo él mismo quien confeccionaba las andas ayudado por Enrique Villegas, a quien enseñó esa actividad. Se enterraban cuatro palos en cuadro y sobre de ellos se armaba la tarima.

En 1926, debido a la persecución religiosa y por haberse cerrado los templos, se interrumpió la tradición de sacar del templo a la venerada imagen.


En las diferentes épocas convulsas por las que ha atravesado el país y que han afectado a Tecomán, la Sagrada Imagen ha estado expuesta a peligros derivados de la alteración de la paz social.

Durante la etapa revolucionaria, bandas de delincuentes y asaltantes que tomaban el nombre de la revolución para cometer fechorías, en varias ocasiones se posesionaron del templo de Santo Santiago y del curato, cometiendo pillaje y causando daños y destrucción.

En esas eventualidades los devotos intervinieron para pedir auxilio de las autoridades eclesiásticas, resguardando las veneradas imágenes expuestas al culto. Fue el caso de un asalto a la iglesia, por un famoso bandolero del tiempo aciago de la revolución, apodado El Chivo Encantado. En esa oportunidad los creyentes sacaron del templo, durante la noche, en forma sigilosa, las imágenes, para brindarles protección.

Posteriormente, en la época conocida como la Cristiada y tiempos subsiguientes, se suspendieron los cultos, hubo persecución religiosa y también el pueblo cubrió con su protección sus símbolos de fe, repitiéndose la acción de los fieles que en dos noches sucesivas sustrajeron del templo las imágenes de la Virgen de la Candelaria, Santo Santiago y de Cristo Rey, ocultándolas primero en casa de Juana Díaz y después pasándolas a través de los corrales, a la casa de Ramón Urzúa, de Antonio García Barragán, para ser llevadas finalmente hasta el rancho de Aniceto Cabrera, donde fueron ocultadas y protegidas hasta que se reanudaron los cultos.

A partir de 1926, durante 14 años, debido a la lucha armada que se desarrolló con motivo de la revolución cristera, en los festejos anuales en honor de la Virgen de la Candelaria, se suspendió la salida de la venerada imagen en las andas, y en substitución, dentro del desfile de carros alegóricos, en uno de ellos se representaba a la Virgen por una joven hermosa de la localidad, responsabilidad que recayó en varias ocasiones en las muy bellas señoritas María de Jesús Sandoval y Guadalupe Casillas.

Después del terremoto del día 3 de junio de 1932, la imagen de la Virgen fue sacada del templo y colocada en el corredor exterior del curato durante varios días, mientras se acondicionaba un local anexo al curato, lo que actualmente es el auditorio, donde se construyó una enramada de palapa y allí fue llevada la imagen, ya que durante 15 días estuvo temblando con frecuencia. En el intervalo, entre ese atemorizante movimiento de la tierra y el no menos intenso y destructor del día 18 del mismo mes, el pueblo se reunía en plena calle alrededor de la Virgen de la Candelaria para rezar y cantar alabanzas. Durante el sismo del día 18 de junio, se desplomó una esquina del templo y las antiguas tumbas del atrio, se hundieron.

En esos días en los que la escultura estuvo fuera del templo, por los terremotos, los fieles pidieron al Sr. Cura Don José María Arreguín que les permitiera llevar a la imagen en andas alrededor del templo y así lo hicieron durante 7 días consecutivos, con permiso del párroco, en compensación de los siete años que habían pasado sin que la Virgen fuera sacada en su recorrido por la población el día 2 de febrero, por la persecución.

Una vez que fueron reparados los daños ocasionados por los temblores, la imagen volvió a su lugar dentro del templo.

En los tiempos en que fue párroco el Señor Cura Arreguín, en el centro del altar, por liturgia, estaba el Santísimo. En la parte sur del altar en una columna muy grande y alta, estaba la imagen de la Virgen dentro de un nicho de maderas finas. En la parte norte del altar, en una columna igual a la de la Virgen, en temporadas estaba Santo Santiago y en temporadas Cristo Rey.

Al ser retirado el altar de madera tallada, se construyó un nicho de mármol con un gran cristal al frente, en el lado norte y fuera del altar, en donde se colocó la imagen de la Virgen.

Al fallecer Don Aniceto Cabrera Carrasco, que era quien organizaba la salida de la Virgen en andas y habiéndose suspendido por las causas explicadas esa tradición, fue la señorita María Gaytán Moreno quien tomó voluntariamente esa responsabilidad, arreglando cada año el carro alegórico en que salía una señorita joven de Tecomán, representando a la Virgen.

En una ocasión, en el año de 1940, estando la Srita. Gaytán haciendo los preparativos para el arreglo de dicho carro, fue visitada por la Srita. Luz Otero Pablos, hermana del Sr. Gral. Ignacio Otero Pablos, a la sazón Comandante de la 20 Zona Militar, con sede en la ciudad de Colima, y le sugirió que por qué no se intentaba otra vez, como en los tiempos antiguos, sacar a la verdadera imagen de la Virgen en la procesión, en lugar de una muchacha, y que ella le ayudaría a conseguirlo. María le contestó que desde hacía muchos años existía una prohibición para hacerlo y que ella consideraba que eso no era posible, que había que consultarlo con el Sr. Cura Arreguín. Se dirigieron con él y el Sr. Cura les hizo ver que había oposición de parte de las autoridades civiles, a la realización de todo acto de culto fuera de los templos y que él no podía hacer ninguna gestión. Solicitaron su autorización para hacerlo y se las concedió. Entonces la Srita. Luz acompañó a la Srita. María a Colima y se dirigieron con el Sr. Gral. Otero, quien habló con el Gobernador, en ese entonces el Sr. Coronel Pedro Torres Ortiz, pidiéndole para María Gaytán una especial consideración por la amistad que llevaba con la Srita. Luz, para que se permitiera, por parte de las autoridades civiles, sacar a la imagen en la procesión. El Sr. Gobernador otorgó el permiso y ese año, por la premura del tiempo, no fue posible planear las andas y salió la imagen de la Virgen en un carro alegórico. Al año siguiente ya salió en andas como en los tiempos pasados y desde entonces en forma ininterrumpida, fue la Srita. María Gaytán Moreno la patrocinadora y guardián de esa tradición hasta el año de 1991. Después de esa fecha, un patronato en el que interviene el Sr. Teófilo Cervantes, lo hace.

Durante el tiempo en que la Srita. Gaytán patrocinó esa tradición, recibió importantes apoyos y ayuda de diferentes personas para llevar adelante esa costumbre. Don Carlos Alcaraz Ahumada se distinguió siempre por sus generosos donativos. Don J. Ascención García durante mucho tiempo le facilitó una planta de luz para el alumbrado de las andas y posteriormente Don Alfonso Vizcaíno Angel se la proporcionaba.

Antes de 1941, que fue cuando se reanudó la salida de la imagen de la Virgen en andas, la Srita. Gaytán hacía el diseño del carro en el que se representaba a la Virgen. Después, cuando se sacó a la venerada imagen y se volvió a la costumbre de la procesión, en lugar de un simple desfile de carros alegóricos, era María Gaytán quien seguía diseñando lo que rodeaba a la Virgen, auxiliada, primero, por aparadoristas de la tienda “La Marina Mercante” por cortesía de Don Emilio Brun; después por el Profr. Rafael Heredia, muy conocido pintor y humanista de Villa de Alvarez y posteriormente, durante muchos años, por el Sr. Baltazar Padilla, pintor de la ciudad de Colima, que sumaba sus ideas para lograr un mejor fin.

Al fallecer el Sr. Padilla, María solicitó la colaboración del afamado y experto en decoración Don Alejandro Rangel Hidalgo, quien durante muchos años realizó el diseño, diferente cada año y vaciado en una maqueta a escala. El pintor Don Daniel Cruz Gutiérrez auxilió en la ejecución de la obra a la Srita. Gaytán, tanto en la pintura general de las andas como en el decorado.

En lo que concierne al armazón de madera, desde 1941, fue Don Enrique Villegas, ya fallecido, quien se encargó de armarla cada año y hacer las reparaciones necesarias, auxiliado por un grupo de carpinteros. Cuando por su edad y estado de salud a Don Enrique ya no le fue posible hacerlo, lo siguió haciendo su nieto el Sr. Antonio Pérez Villegas, quien se encarga cada año de armar y desarmar la estructura, labor que se desarrollaba en los últimos años, en un solo día, comenzando a las cinco de la mañana, para finalizar a media noche.

El armazón consta de una tarima baja que se prolonga por una escalinata de cuatro peldaños y remata con una tarima superior en donde va la imagen de la Virgen y en dicha tarima se coloca un respaldo que sirve de fondo, decorado, atrás de la Virgen. A la estructura básica se le agregan otros motivos de decorado, cambiantes cada año. A los lados de la escultura de la Virgen, en la escalinata, van seis ángeles representados por agraciadas jovencitas de corta edad, con atuendos iguales.

El recorrido de las andas es presenciado virtualmente por todos los habitantes de la población y personas que vienen de otros lugares, participando en la procesión en forma activa, miles de personas y también en forma directa un grupo variable de 50 o más esforzados y heroicos varones, que al mismo tiempo llevan a cuestas tan pesada carga, en un recorrido de una duración aproximada de dos horas y media en lenta y fatigosa marcha, turnando con otros voluntarios que entregan su vigor y el mejor de sus esfuerzos como un sacrificio en aras de su fe.

El nicho de madera de cedro labrada en el que estuvo la imagen de la Virgen en el altar antiguo, fue hecho por el afamado carpintero Don J. Concepción Cortés y fue retirado al ser cambiada la imagen al nicho de mármol y cristal.

En la década de los años 60’, los ropajes que cubrían a la escultura se incendiaron, sufriendo la imagen daños menores que luego se repararon. Se cree que el origen del incendio fue la llama de alguna veladora.

Después del fuerte movimiento telúrico que sacudió a Tecomán el día 30 de enero de 1973, la imagen de la Virgen fue sacada del atrio, frente a la sacristía, donde permaneció por varios días.

En una restauración practicada a la escultura, ya hace muchos años, se encontró grabado en el ojo izquierdo el dato de M 1486, creyéndose que fue hecha en Madrid en el año que señalan las cifras.

Siendo párroco de Santiago de Tecomán el Pbro. Antonio Flores Galicia a partir de 1986, durante nueve años consecutivos estuvo presente en el festejo anual el día 2 de febrero, el Nuncio Apostólico Gerónimo Prigione.

Después de un remozamiento practicado al templo durante los años 1986 y 1987, se construyó en la parte superior del altar, un nicho con cristal al frente, en donde se depositó la imagen de la Virgen y en el centro, en la parte baja, se colocó el día 23 de enero de 1987, la antigua escultura del original Cristo de Valenzuela, ya restaurado, que estuvo en manos de particulares durante más de 100 años.

Por gestiones del párroco Pbro. Antonio Flores Galicia, el templo sede de la imagen de la Virgen, fue declarado Santuario Mariano Diocesano de la Virgen de la Candelaria el día 2 de febrero de 1989, mismo día en que se hizo su Coronación Pontificia.

Desde hace muchos años el término de los festejos a la Candelaria es el domingo anterior al Miércoles de Ceniza, cuando la imagen Peregrina es llevada en procesión desde Tecomán hasta la Boca de Pascuales, donde se celebra una misa y la imagen es paseada en la playa.

Hace más de 15 años que tiene lugar una peregrinación a pie que, procedente de Cerro de Ortega, llega al Santuario al filo de la media noche del día 1 de febrero, para ofrecer mañanitas a la Virgen y que reúne a una gran muchedumbre.

El año de 1991 se terminó la construcción de la ermita dedicada a la Virgen de la Candelaria en la carretera cuatro carriles, a la altura del rancho Casa Blanca.

Desde el año de 1987, se efectúa una gran peregrinación de fieles que partiendo desde el sitio donde fue el templo de Valenzuela, situado a seis kilómetros de Tecomán, se dirige al templo de Santo Santiago, en la que cada uno de los asistentes lleva una pequeña cruz de madera en alto y son precedidos por la imagen del Cristo que estuvo en el altar de la iglesia de la desaparecida población. Esta gran procesión tiene lugar en el inicio de los festejos anuales en honor de la Virgen de la Candelaria.

En la madrugada del día 6 de febrero de 1994, ocurrió un robo sacrílego en el Santuario de la Virgen, en que fueron hurtadas las coronas de la Virgen, del Niño, joyas de la Virgen Niña y objetos valiosos.

En el culto antiguo a la Virgen de la Candelaria, antes de las disposiciones surgidas del Concilio Vaticano II, se permitían misas sólo por las mañanas. A las cinco de la tarde se celebraba el Rosario Solemne.

El día de la culminación de los festejos, el 2 de febrero, había mañanitas en la madrugada y el horario de misas ya señalado, siendo la misa de función a las 8 de la mañana con primeras comuniones y, en el caso especial de que viniera el Señor Obispo, la misa de función se llevaba a cabo a las 9 o a las 10 de la mañana.

A las 5 de la tarde se daban las llamadas para la procesión de la Virgen.

En los festejos fuera del templo, el día 23 de enero se realizaba el llamado Convite de los Angelitos. Ha sido una celebración de gran antigüedad, que consistió en un desfile de niños de corta edad, de ambos sexos, vestidos de angelitos, con una diadema, un manto y un armazón de carrizo forrada con papel de china figurando alas, que se fijaba a la espalda, montados todos en caballos tordillos, que adornados, recorrían la llamada Calle Real, hoy Independencia, desde el rancho del Ave María hasta el frente del templo de Santo Santiago.

Posteriormente fueron desapareciendo los caballos tordillos en esos desfiles y se realizaban en caballos de diferente pelambre. También han cambiado las fechas y el recorrido, siendo en la actualidad, por la propia índole de la población que se ha desarrollado y ha mecanizado la agricultura, cada día más escaso el número de caballos que participan y mayor el número de vehículos de motor que toman parte, llevando a los niños con su atuendo tradicional.

Las calles por donde se ha acostumbrado que pase la procesión el día de la salida de la Virgen en andas, con el desfile de carros alegóricos que le antecede, eran engalanadas con lazos adornados con tiritas de papel de china de colores blanco, amarillo y azul, en los que se intercalaban grandes figuras de canastas o de faroles, adornados en la misma forma, así como palapas verdes formando arcos sobre las puertas de las casas, con grandes moños, especialmente en la calle Allende, en la cuadra comprendida entre las calles Hidalgo y 18 de Marzo, que siempre se distinguió por los bonitos y variados adornos colocados por las personas que allí habitan. Actualmente el papel de china ha sido sustituido en los adornos por el polietileno.

Hace 50 o 60 años, por la pequeñez de la población, no se acostumbraban las peregrinaciones. Había solamente una de mucha tradición por largos años, por lo rumbosa y espléndida, que procedía de Manzanillo, compuesta en su mayoría por trabajadores de la C.R.O.M. y organizada por Doña Modesta Martínez, madre de Benjamín, Josefina y Ramona Novela, cuyos integrantes hacían el recorrido a pie desde el puerto, empleando 3 días de camino, que arribaba a Tecomán el día 1º de febrero y de la que formaba parte una banda de música. Descansaban ese día en la tarde y en la noche de la víspera de la función, con gran regocijo y música comenzaba la celebración en la casa de la familia Novela, para trasladarse al templo en la madrugada y ofrecer mañanitas a la Virgen.

Durante todos los días del novenario, se han realizado también en los últimos 30 años, en que la población ha tenido mayor desarrollo, peregrinaciones locales que tienen su hora de llegada al templo a partir de las 7 de la noche.

Una parte pintoresca y grata de los festejos del novenario lo constituía el recorrido que hacían por el poblado desde antes de las cinco de la mañana, dos hombres tocando, uno, la chirimía, que es un instrumento de viento parecido a la flauta, y otro, un pequeño tambor con ecos de resonancias indígenas, que ejecutaban melodías populares de ese tiempo, y que daban un grato sabor con reminiscencias de una época ya lejana, causando una gran impresión en los niños que, intrigados por esos sonidos en el silencio de la madrugada, saltaban de la cama y, entreabriendo la puerta, veían y oían a los dos hombres arropados en aquellas frías noches, que usaban sombrero grande y calzaban huaraches, haciendo sonar sus instrumentos para una vez pasado el momento y cuando las figuras se perdían en la oscuridad y aún se oían suave y ténuemente los sonidos alejándose hasta el confín de la calle, volver a su cama y seguir soñando.

Por más de 25 años, durante todo el novenario, fue un aspecto pintoresco y de sabor antiguo, una estampa de tiempos idos, llena de brillo, que desapareció cuando murió el hombre que lo impulsó y lo realizó durante tanto tiempo. El fue Don Manuel Candelario, que era quien tocaba el tamborcillo, de oficio carpintero y albañil y que llevaba a cabo una colecta en la población, cada año, para pagar al hombre que tocaba la chirimía, llamado Don Nato y de quien el polvo del olvido ha cubierto sus apellidos, que venía de la antigua Zapotlán.

Al llegar los festejos anuales, el grave tañer de las campanas resonaba en el barro de las tinajas, produciendo un eco de alborozo que se apoderaba del pueblo.

Las arenas de sus calles, que no tienen memoria porque borran las huellas de todos los pecados, recogían el reflejo de los repiques.

El campanilleo alegre levanta las conciencias, a la primera misa y sacude las vestiduras color de oro de las esculturas antiguas.

El sonido de los bronces de las jubilosas y cristalinas campanas corre en los amaneceres y atardeceres de la atmósfera invernal diáfana, transparente, y se pierde en el horizonte azul, hasta morir en el mar.

Los habitantes abren el corazón como se abren las ventanas para escuchar las campanas, que huelen en sus repiques al aroma de la Historia.

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